jueves, 3 de noviembre de 2016

Georgia o la virginidad

He venido a Georgia porque adoro ver películas sin tener ni idea de su argumento y hablar con gente de la que no sé nada de oídas.

Hice en casa una lista de posibles destinos de viaje. Ya sabes: Noruega, Laos, Sri Lanka. Eslovenia, Nueva Zelanda, Belice... Y me di cuenta de que ya tenía una imagen mental de todos esos lugares, y que viajar a ellos no iba a suponer mucho más que ratificarme. Dejémonos de romanticismo: equiparar viaje y descubrimiento es una cosa de otra era. Uno no viaja realmente para que le pongan patas arriba para siempre su artrítico esquema del mundo. Si fuera así nos compraríamos todos un billete de ida a Aleppo. Y en realidad llegamos a Cabo Verde o a Tanzania en busca de una versión light de lo exótico que rete pero no avasalle lo aprendido. ¿Te imaginas la decepción de pisar Cuba y conocer sólo con gente sosa?

Por eso te escribo desde Tiflis. Si me hubieran preguntado media hora antes de reservar el vuelo cuál es la capital de Georgia, hubiera respondido mmm, ¿Ereván? A mí las ciudades de esta parte del mundo me suenan todas a medicamentos. Tampoco hubiera ubicado exactamente el país en el mapa. Georgia, por ahí cerca de Irán y Rusia. ¿No? Pues no. El saldo de acierto de esa respuesta no pasa de un mediocre 50%. Búscalo en internet y sal de dudas. Definitivamente, no sabía nada de Georgia. Territorio virgen. On my mind, sólo la de Ray Charles. Pero ojo, no se te ocurra venir a este país y llamarlo Yoo'ya. Si te preocupa parecer un plebeyo.

Si no tenía mucha idea de su capital ni de la localización gruesa, imáginate del resto. Tiflis, colega: ahora me suena a nombre de rey élfico. He aquí las dimensiones de mi ignorancia: tiniebla absoluta acerca de la pinta de la gente. Musicalidad del idioma. Paisaje imperante. Comida. Nivel de desarrollo, signifique eso lo que signifique. Influencias. Traumas y orgullos de la historia. Lugares que sólo un imbécil pagado de sí mismo se perdería. Burdas pinceladas psicológicas.

¿Te digo la verdad? Esta geografía y yo aún no hemos consumado las nupcias. Llegué ayer a este hotel a última hora de la tarde, y hoy he preferido escribirte antes de salir para que no me des por desaparecida. Tengo wifi en mi habitación: nivel de desarrollo aceptable. Podría haberte avisado antes de despegar, pero prefería que no me abrieras camino con tu cultura. Recuerda: ni una palabra acerca de qué va la peli, ni una sola de tus opiniones sobre la catadura de Fulanito. Me habrías dicho: Caúcaso. Y yo ya llevaría en mí una expectativa medio erótica de montaña abrupta. Habrías dicho Cólquida: automáticamente me habría acordado de Medea y del vellocino de oro, y me decepcionaría no encontrarme mujeres con negros ojos de bruja. Habrías dicho algo sobre cierto pan plano relleno de queso, y ya andaría yo salivando antes de salir del avión, dispuesta a apostar que nunca he probado nada más genuino.

Así que Georgia sigue siendo virgen. Y yo que tengo todavía toda mi ignorancia encima, me siento inmaculada y pura. Esta nueva inocencia me excita, pero, qué quieres que te diga, todavía lo hace más desenvolver regalos, rasgar tinieblas, manchar lo blanco: aprender verdaderamente sin el lastre de las ideas preconcebidas.

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La puntita

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