Algunas de las palabras que empiezan por
co-. No cohibición, ni coercitivo, ni cobardía. Sino el co-
de la mano que se inserta naturalmente en otra mano, como si la
evolución la hubiera ido tuneando con ese fin expreso. Co- en
colaboración, cofradía, compartir, compañía. Corazón. Dos aurículas, dos
ventrículos: un órgano múltiplo de dos.
Coincidencia
y su co-
ausente en serendipia. Probablemente la palabra más amanerada del
diccionario. Que la define como: hallazgo
valioso que se produce de manera accidental o casual. En
la Wikipedia leo que “se puede denominar así también a la
casualidad, coincidencia o accidente”. Pero yo no creo que esta
manera nuestra de encontrarnos sea fortuita. Tus aurículas y mis
ventrículos han desarrollado una forma de convergencia. Ahí tienes
otra de esas palabras que me gustan.
Y
por eso ver ropa tendida nos conmueve a las dos. Hace muchas semanas
que esta foto me hizo tilín. Un horizonte hecho de tela, la ausencia
de paredes, la levedad como forma de cultura. La vi y me dije:
estaría bien vivir así, tendiendo
mi ropa a un par de metros sobre el mar y dejando que se seque al
sol. Sin encogimiento ni estrecheces. Después vi tu foto de más
ropa tendida, que ya no me hizo tilín: me enamoró. Me casaría con
esa y con muchas de tus fotos. Me quedaría a vivir en tus paisajes
de espacio y silencio. Soy una criatura bien adaptada a esos
hábitats. Que este palabreo no te engañe.
La
ropa tendida como fragilidad mostrada sin vergüenza. Intimidad que
no se reprime. Trapos finos a fuerza de lavados. Fundas de almohada
limpios de preocupaciones y babas. Bragas cada vez más cómodas y
menos bonitas. Siempre que encuentro en el campo una de esas
asombrosas camisas de serpiente pienso que de ahí ha salido un
animal más grande y más fuerte. Cuando veo ropa tendida, erosionada
y con arrugas, pienso qué cosa delicada y pequeña es una persona
desnuda.
Pero
ropa que se seca al aire libre. Que se mece con el viento y es
absuelta por el sol. Sin ese último paso no queda igual de limpia,
la suciedad no se indulta del todo, las toallas no huelen a casa
antigua. Vivo en un piso diminuto y tiendo mis disfraces de puertas
para adentro. A veces me olvido de las noticias, me pongo dramática
y me digo que vivir así es indigno. No es para tanto, ni siquiera
cuando una falda limpia coge olor a curry.
Pero sí tengo nostalgia de azoteas: vals de sábanas, gaviotas
gritando, bosque de antenas sobre bloques claros y planos. Esa fe
cursi de que algo del mar se ha quedado en mis telas. De que mi ropa
ha formado parte de los ciclos de la naturaleza.
Esta foto es mala y es mía. Pero tiene justo seis años: mis sábanas aún se acuerdan del verde. |
Amo
eso en tu foto y en la otra: esa familiaridad con el aire, ese poner
a secar tus cosas afuera sin temor. Se parece a hablar y a escribir
de esta forma, de ventrículo a aurícula. Se parece a conocerse.
Otra de esas palabras que empiezan por co-.
:_)
ResponderEliminar"Cualquier cosa bajo el sol, una vez tocada por la vida/ sol/ está imbuida de poderes sobre la muerte - - " (en una peli de Mekas)
Cuánto me hace aprender esta chica.
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