domingo, 28 de agosto de 2016

Seca


Me desplomo en la cama a la hora de la siesta pensando que durante la tregua voy a encontrar una manera de expresar la impotencia. Pero sigo igual al despertarme. Con una china en el cerebro que no sé excretar en palabras. Es el punto álgido de la invalidez: no poder hacer nada y ni siquiera poder contarlo. No me sale. Me quedo muda al intentar expresar técnica o sentimentalmente que mis bosques están enfermos de cáncer.

Mis bosques, sí. Hace poco alguien me escribió algo tan hermoso que por poco lloro al leerlo. Me acuerdo de ti cada vez que veo árboles. Supongo que el contenido de este blog tiene algo de culpa. Pero mi nombre significa lo que significa. Da igual que no me trague el cuento de que los nombres te señalan. Yo he convergido azarosamente hacia el mío. A mis padres Silvia les sonó bonito, y a mí me suena oportuno. Sabes que para mí el árbol es un modelo de presencia. Que quiero convertirme en algo así de autónomo y generoso. Nunca me acuerdo de que algo me falta cuando estoy bajo uno de ellos. En un bosque soy parte de algo. Soy de ellos y ellos son míos. Tengo derecho a usar ese pronombre.

Por eso cuando se trata de comunicar la seca me entra la afasia. Me atraganto con mi propio corazón y no puedo expresar nada con fuerza. Ni explicaciones para que comprendas lo que está pasando, ni manifiestos ni arengas. Lo que ya es más preocupante es que sea un síndrome extendido. Anda, vamos a hacer una prueba. Escribe la palabra “seca” en el buscador de Google. Hasta la séptima entrada de la página de resultados no vas a toparte con un árbol. Y al menos desde mi conexión a internet, ahora mismo, 19:27 del 28 de agosto, la página en cuestión no se abre. No digo yo que haya una conjura de silencio. Pero en lo que respecta a los canales de comunicación generales, la presentación de un urinario que lava y seca el pene tiene más relevancia que la metástasis que asola a mis alcornocales.

Déjame que te lo explique de las dos maneras. Técnicamente, la seca es un fenómeno que produce el decaimiento y la muerte de masas enteras de arbolado del género Quercus, vamos, de alcornoques y encinas. Sus causas directas son naturales, como el ataque de hongos y plagas de insectos, pero fíjate bien que en la frase anterior no he escrito bosque, sino arbolado. Un bosque, amiguito/a, no es un puñado de árboles. Un bosque es un sistema de relaciones múltiples entre los árboles y un conjunto más o menos amplio de seres vivos. Y pese a lo que tus ojos y tu cerebro maravillado te digan cuando atravieses por carretera la provincia de Cádiz, quedan pocos bosques intactos. El verdor que te baña y te apacigua es una trampa, una maqueta, una simplificación del ecosistema originario. Década tras década de gestión irresponsable de los montes han trivializado la red de relaciones y provocado la decrepitud de los árboles, volviéndolos extremadamente frágiles al ataque de agentes externos. Su sistema inmunológico flaquea, y lo que en un bosque sano podría equipararse a un resfriado, en una masa avejentada y frágil se convierte en cáncer. Estoy hablando de descorches abusivos, cortas a hecho del pasado, exceso de ciervos... ¿Es grave, doctor? Grave, muy grave. ¿Empezamos el tratamiento hoy mismo? Bueno... Pueees...Huy, hora del desayuno.


Gracias por el TAC, J.


¿Necesitas aún una explicación sentimental? Pues ahí va eso: hace unos diez años me dejaba sudor y espíritu siguiendo en julio una senda empinada entre brezales. A lo lejos vi un bosquete de alcornoques: conseguí refugiarme a su sombra antes de derrumbarme. Después de que se me enfriara un poco la sangre miré hacia arriba y, como siempre, la visión de la celosía de hojas me hizo sentir bendecida. Hoy todos esos árboles están secos. Si me sentase a su pie y mirase hacia arriba se me quemarían los ojos. Ya no hay sombra, ya no hay casa.

Y no encuentro la manera de de hacer nada ni de conformarme.

1 comentario:

  1. Anónimo entre comillas28 agosto, 2016 23:28

    Miro la última y breve conversación que mantuvimos por whatsapp y precisamente el motivo fue la tristeza que me había provocado leer un extenso artículo sobre este desastre.
    Se me vino a la memoria el título de un relatillo de M. Rivas, creo: "Si me tocaras el corazón", porque pocas cosas como la muerte de estos bosques nos tocan tanto, verdad? Bueno, o muchas...

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