domingo, 3 de abril de 2016

Universo Marvel


Paro en un semáforo y miro por la ventanilla como si quisiera hacerle pagar a la ciudad mi hambre, y mis ganas de llegar a casa, mi fastidio. Entonces vuelvo a ver a ese revoltijo de ángulos imposibles. Y me avergüenzo de mí misma. Mira a ese hombre, tatúatelo en la mente, me digo. Mira cómo sale al mundo y se mueve a pesar de que hacerlo debe de suponerle un suplicio. Sujeto a un andador que probablemente juegue un papel más importante en su vida que su propio bazo. Andando de puntillas como un títere. El cuello tronchado, la vista ya para siempre anidada en su hombro derecho. Dios, el tirabuzón de la espalda. Y esos pasitos que desafían a los académicos de la Lengua a proponer nuevos verbos. Andar, pasear, caminar, deambular: no son lo bastante precisos.

Contemplo a ese hombre con los restos de empatía que han sobrevivido a una jornada de trabajo y pienso en lo fácil, lo justificado que estaría si no volviera a salir nunca de su casa. Oh, vamos, si ir del sofá al cuarto de baño en ese estado ya merecería un poema épico. Pero ahí está él, en la calle y no en la cama, hecho un pincel con sus pantalones de pana y sus zapatos. Lustrados zapatos de cordones en lugar de zapatillas. Un aura invisible de amor y cuidados. El tiempo que tarda un semáforo en pasar de rojo a verde no le da para cruzar el ancho de mi ventanilla. Sus metros, mis kilómetros. Llegar a la esquina de la calle debe de ser para él lo que para mí ir andando a Málaga.

Este sí que es un héroe. Sin disfraz ni especialistas para las escenas complicadas.

Este, y la vieja ciega que va siempre mirando al cielo como si un dios le contara chistes, mientras la que empuja su silla de ruedas respira con desgana. Y la pareja de sesentones que se da el lote en un banco con una pasión que deja Los puentes de Madison a la altura del telediario. Y los autillos, que pesan lo que un paquete de gusanitos, y que después de cruzarse media África aquí están de nuevo, anunciando obsesivamente el buen tiempo con su canto de submarino. Y los trabajadores de los retenes contra incendios. Y mi tía, que emplea horas de vida sin cuento para hacer de la ciudad un lugar menos hostil a los gatos. Y mi madre, que dobla montañas de ropa y prepara paquetes de comida.

Y todas las personas y criaturas que hacen de la vida una cosa de película. Un cómic de la Marvel.

Y Andrew Bird, que da puntadas de hermosura como para vestir a todo el planeta.

8 comentarios:

  1. Anónimo entre comillas03 abril, 2016 22:47

    ¿No es heróico sentarse pacientemente a escribir dando siempre algo especial? Y nunca es un boomerang, aunque a veces te lo parezca...

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    1. ¿Heroico? Nooo, es más bien como empeñarse en mover el body cuando lo que realmente te pide su esencia es siesta. Pero si me pongo las bragas por encima de la ropa al escribir, quizás. .. me venga algún tipo de superpoder.

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  2. ¡Tanto héroe anónimo!.

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    1. Tan tímidos, siempre intentando pasar desapercibidos. ¿ Se reconocerán entre ellos de alguna forma?

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  3. El universo Marvel podemos encontrarlo incluso en casa. Mucho héroe en el curro, en ese tipo que te manda una sonrisa cuando le duele el alma, en la señora que aguarda pacientemente y sin reproches.
    Muchos héroes, pero como los héroes... Todos anónimos, con máscara para no conocerlos, de esos que cuando terminan la heroicidad se esfuman y ni siquiera podemos darles las gracias.

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    1. Ahí, ahí. Quítale tú a Bat, Super y Spider sus galas drag y a ver qqué pasa con ellos, si son capaces de arreglarte el día o ligarse a la más buena.

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  4. El otro día leí por ahí algo así como "cada persona que ves está librando una batalla que tú no conoces...". Pues eso.

    Gracias por Andrew Bird, interesante música.

    Salud y orujo!

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    1. Gracias a ti por la frase, Pensadora. Me parece una de esas pequeñas cosas que cambian radicalmente tu manera de relacionarte con lo y los de afuera. ¡ A practicarla!

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