Por si alguna vez se me olvida. Si se me
va la cabeza. Si sufro un aneurisma. Si me ha atropellado una madre
con prisas en la esquina de mi cuesta. Si se me agota la gasolina. Si
mi vitalidad queda en números rojos. Si el depósito genético de la
depresión se activa. Si en la cama de un hospital no parece quedar
más de una octava parte de mí misma. Aquí tienes mi receta.
Siéntate a mi lado y cógeme de la mano. Recuérdame lo que me gusta. Trata de recomponerme a partir de las más triviales de mis preferencias. Tal vez funcione, y una sombra de sonrisa cruce mi cara inexpresiva. Tal vez sólo sirva para que al menos chorree alegría en tu cabeza.
Siéntate a mi lado y cógeme de la mano. Recuérdame lo que me gusta. Trata de recomponerme a partir de las más triviales de mis preferencias. Tal vez funcione, y una sombra de sonrisa cruce mi cara inexpresiva. Tal vez sólo sirva para que al menos chorree alegría en tu cabeza.
Dime cuánto me gustaba arrancar una flor
cualquiera y comérmela.
Tumbarme en la cama y andar por la
pared hasta formar una ele.
Pelar un pepino y, como me hacía mi
madre cuando era pequeña, ponerme la primera tira de cáscara en la
muñeca como si fuera un relojito.
Mordisquearlo todo: la primera galleta de
un paquete intacto, tu comida y tu hombro.
La elegancia de un portaminas.
Los garbanzos con choco.
Andar bajo los árboles y mirar hacia
arriba.
Llenar una bolsa de moras, de almendras,
de setas.
El olor del arroz basmati.
Comprar revistas, no tanto leerlas.
El momento en que cuaja el queso.
Llevar falda sin medias.
El culo de las mujeres.
Un expositor de bobinas de hilo.
Rebañar con un dedo el yogur y los
restos de salsa.
La luz de los semáforos en los charcos.
Placas antiguas en las fachadas que ponen
algo así como Casa Asegurada.
Los truenos.
La cajera de la autopista.
Tres minutos de lectura furtiva mientras
espero.
Las garcillas gorronas que siguen al
arado.
Apretar las almohadillas de los gatos.
El signo de interrogación, con su forma
de media bombilla.
Un cubo de alpacas amontonadas.
El vapor que sale en invierno del cuerpo
de las vacas.
Mear en el campo.
La primera hierba frágil después del
verano.
El olor a rastrojo quemado.
La galleta de las natillas.
Encontrar listas de la compra ajenas en
un carrito.
Encontrar cualquier trozo de papel
manuscrito.
Un zorro corriendo como si su instinto no
supiera de escopetas.
Guisantes de cualquier modo: crudos,
cocinados, aplastados, desnudos.
La gente que bosteza.
Beber agua en tragos exagerados.
Las escamas de las sardinas.
Las sillas giratorias.
Las sillas giratorias.
El café solo, largo, sin azúcar y con
canela.
Saltar en una cama elástica. Darle a mi cuerpo bosu.
El runrún de los helicópteros.
Masticar jengibre y chupar limones.
Deshacer espigas secas.
Quitarme los zapatos.
Bailar entre los muebles.
Escribir cartas. Recibir cartas. Espiar
cartas.
La segunda media hora después de que se
va la luz, inserta entre contrariedades.
Un perro que se centrifuga.
Saltamontes que sólo revelan sus alas azules cuando vuelan.
Saltamontes que sólo revelan sus alas azules cuando vuelan.
Las estaciones de tren.
Abrir los postigos del balcón tras ver una de esas películas que te hacen confeti el alma.
El olor a horno.
Las croquetas.
Desenredar collares.
Hacerte círculos en la cabeza.
Escribir con la mente pura de mirar nubes.
Buscar una entrada al azar en la enciclopedia.
Abrir los postigos del balcón tras ver una de esas películas que te hacen confeti el alma.
El olor a horno.
Las croquetas.
Desenredar collares.
Hacerte círculos en la cabeza.
Escribir con la mente pura de mirar nubes.
Buscar una entrada al azar en la enciclopedia.
Mirar hacia atrás y comprobar la
barbaridad que llevo andada.
Acostarme deshecha.
Dejar lo mejor para el final.
Etcétera.
Pues a mi me han parecido muy claras y encantadoras, tus indicaciones... :)
ResponderEliminarBeso.
Y con esa receta se consigue un bichillo adorable como tú, claro que sí.
ResponderEliminarBesos.
¡¿Las escamas de las sardinas?!
ResponderEliminarmi madre siempre me ponía uno de los culos del pepino en la frente, ella se ponía el otro, podíamos pasar horas así, hasta que se caían.
ResponderEliminarme encantan las listas, la tuya especialmente :-)