domingo, 7 de junio de 2015

Cuna


Ayer me llevaron a un dormitorio y me enseñaron la que fue mi cuna. Ha dormido un número obsceno de años en una cámara, que es como llaman al desván en el pueblo de mi madre. Es una cuna vieja, pero se ve intacta, y de vez en cuando resurge. Como el fuego en un volcán. Se saca de su embalaje y se monta para otro niño. Asombrosa, insultantemente intacta. Como si en cada uso fuera barnizada con esa diminuta y flagrante vitalidad.

Estudio mi cuna vacía. Los barrotes un poco demasiado torneados, el barniz de ese color castaño que sólo existe en cabezas teñidas, el color de lo que no se quiere que delate un origen natural. Barrotes. Inevitable que acudan imágenes opresivas. Al poco de nacer, esa cárcel, bla, bla, bla. Una cuna no es una cosa tierna. Puesta al lado de la cama grande, habla de una primera separación sangrante que marca la vida. Quizás no sepas que tu naturaleza está vertebrada por la ruptura con el cuerpo de tu madre. Te expulsaron de su útero y poco después de sus brazos. Te obligaron a ser una persona sola. A apañarte como pudieras con tu propio calor, cada noche. Y desde entonces te duele sin que te des cuenta. Toda la vida intentando calmar tu vieja hambre de atención y cuidado. Buscando la seguridad de aquel primer amor.

Si lo piensas así, la cuna se parece al lugar que Adán y Eva se buscaron tras el desahucio.

Luego me enseñan unas fotos y toda este psicodrama se hunde. Un bebé con vestidito y calcetines de croché. Ensayando el bipedismo gracias a la estructura fiable de su cuna. Apoyado en ella con la confianza de un hacendado orgulloso de sus tierras. Yo era ese bebé alegre. Al principio. Mi cuna era mi reino. Mi pentagrama. En las fotos posteriores ya ha dejado su huella la timidez. 
 
La legislación sobre derechos de la infancia me prohíbe mostrar una imagen más clara


Mi cuna se ve intacta y yo he recordado que uno puede apoyarse en lo que le falta para crecer. Todavía vive dentro de mí chiquitito e intacto, el bebé.


4 comentarios:

  1. Todos y cada uno llevamos en nuestro interior el niño que fuimos y que nos reclama los mimos y atenciones de los que carecimos... Hay que ser generosa con una misma...

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  2. Me ha chiflado, sobre todo el proceso de separación materna.
    Y, cómo obviar la ternura del bebé que eras. Menos mal que esa ternura sigue intacta y la disfrutamos en cada uno de tus escritos.
    Muas

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  3. Anónimo entre comillas08 junio, 2015 22:56

    Me encantan! El post, la foto, los recuerdos de cómo eras...
    Y es verdad, qué pronto deja su huella en las fotos la timidez.

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  4. ¡Hija de mi vida...!

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