Atrapado
por su pasado. Al Pacino redime
su cara de crupier del Costa Concordia
con una aristocrática barba. Va recorriendo los pasillos de un
hospital con el culo y los puños cerrados, dispuesto a ajustar
cuentas con un amigo traidor. En realidad Al, o Carlito, es un tipo
bastante majo que tuvo la mala suerte de crecer con el apellido
incorrecto en un barrio chungo de Nueva York. La criatura,
legítimamente rehabilitada tras unas vacaciones en el talego,
encuentra enemigos sin proponérselo. En el hospital, el tufo a
decadencia y desinfectante se confunde con el after shave de los
matones que lo persiguen. Carlito busca la habitación donde está
ingresado el compadre que lo ha metido en problemas, con el rabillo
del ojo puesto en las esquinas y las salas de espera. Hasta ahora se ha ido apañando en el juego macabro de la
supervivencia. Carlito tiene meridianamente claros los instintos que
necesita para ir tirando.
De
toda la película me quedo con ese momento: la rasposa voz en off de
Pacino describiendo su sexto sentido para cazar antes de ser cazado.
Una suave añoranza me pellizca mientras se desarrolla la escena:
sería bonito tener así de presente y aferrarse en el momento
oportuno a una estrategia de vida. No a unos principios o valores
fundamentales: esos uno los termina encontrando si se para a
buscarlos, igual que los sujetadores de la talla 85 en las rebajas.
Pacino y yo nos referimos a algo que no tiene discurso ni nombre, y
que no hace falta pensar porque se lleva como una cicatriz del
aprendizaje en las entrañas.
Al
día siguiente de ver la película seguía pensando en cuáles podrían
ser mis instintos. Daba vueltas en vano. Quizás deba reconocer que
no soy una criatura salvaje. Dos días después, un descubrimiento
fortuito, mientras moneaba con el móvil en un descanso del fárrago
gimnástico, me llevó a identificar uno de ellos: yo, al
menos, presiento cuándo una persona vale realmente la pena, a las
primeras de cambio. Lo adivino, antes de preguntar su nombre una
segunda vez. Lo sé en la barriga. La configuración química de esa
persona me lo chiva. Ciertas auras me guiñan. No voy a decir que sea
infalible. Por supuesto que hay gente por la que aposté mi confianza
que terminó dejándome en bragas el corazón. Pero en esos casos
sólo debió de activarse un sucedáneo de instinto. Mi verdadero
talento, mi facilidad tan escasamente aprovechada , está en reconocer a
aquellos con los que podría haber compartido útero.
Con
Laura mi instinto no se equivocó en absoluto. No hace falta que diga
que en cuanto la conocí su tranquilidad y su humor súbito me encandilaron a partes iguales. Fue testigo de paisajes que podría nombrar en
mi epitafio, y compartió conmigo y con otros el mejor sabor de un
verano, en un sitio que, entonces sí, de aquella manera risueña
claro que sí, podía convertirse en mi hogar. Mucho después se coló
por uno de esos prodigiosos resquicios que Internet perfora en el
tapiz de aislamiento de cada uno, y vino a parar hasta aquí. Por
usar una frase de molde: vino a acompañar, a recorrer amistosamente
mi tránsito, a colaborar. Vino, como todos los que paráis o pasáis
por encima de lo que escribo, a hacer de mi particular experiencia y
de mi mirada una cosa más rica y más general. Vino a cargarse la
soledad.
Y
no sé si le provocará pudor que lo haga público, pero ahora, desde este mi
púlpito esquinero, yo os invito a que continuéis o comencéis
la ruta de la lectura camarada en su recién nacido blog. Ella es ya de la familia, y seguro que os emocionáis tanto como yo.
Porque ahí
hay corazón.
Sólo conozco a Laura como vecina de comentarios, a veces es la vecina de arriba, otras habita el piso de abajo, pero tengo que decir que siempre me agrada lo que dice y cómo lo dice, así que es una sorpresa saber que tiene su propio "hijo", al que salgo volando a a ver la cara...
ResponderEliminarMai Godness, Sila!, no, no vale!. No vale que me digas todo esto en un finde que estare aislada sin internel, solo en la pantallita chica del movil.
ResponderEliminarMe tiembla el cuerpo, que lo sepas...ahora mismo no me sale nada mas. Pero eso si, mil gracias por tu cariño.
Y yo tb corroboro cas con cada post aquello que hace cien años me dijo tu prima: "como me recuerdas a mi prima Silvia".
Mil besos a ti y a la comunidad Silviparlante que viajamos cada dia en tus coches...hablando bajito, eso si, que seguramente estaras durmiendo.
Mai Godness, Sila!, no, no vale!. No vale que me digas todo esto en un finde que estare aislada sin internel, solo en la pantallita chica del movil.
ResponderEliminarMe tiembla el cuerpo, que lo sepas...ahora mismo no me sale nada mas. Pero eso si, mil gracias por tu cariño.
Y yo tb corroboro cas con cada post aquello que hace cien años me dijo tu prima: "como me recuerdas a mi prima Silvia".
Mil besos a ti y a la comunidad Silviparlante que viajamos cada dia en tus coches...hablando bajito, eso si, que seguramente estaras durmiendo.
Me gustó mucho esa película.
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