viernes, 21 de febrero de 2014

Laura y mi instinto


Atrapado por su pasado. Al Pacino redime su cara de crupier del Costa Concordia con una aristocrática barba. Va recorriendo los pasillos de un hospital con el culo y los puños cerrados, dispuesto a ajustar cuentas con un amigo traidor. En realidad Al, o Carlito, es un tipo bastante majo que tuvo la mala suerte de crecer con el apellido incorrecto en un barrio chungo de Nueva York. La criatura, legítimamente rehabilitada tras unas vacaciones en el talego, encuentra enemigos sin proponérselo. En el hospital, el tufo a decadencia y desinfectante se confunde con el after shave de los matones que lo persiguen. Carlito busca la habitación donde está ingresado el compadre que lo ha metido en problemas, con el rabillo del ojo puesto en las esquinas y las salas de espera. Hasta ahora se ha ido apañando en el juego macabro de la supervivencia. Carlito tiene meridianamente claros los instintos que necesita para ir tirando.

De toda la película me quedo con ese momento: la rasposa voz en off de Pacino describiendo su sexto sentido para cazar antes de ser cazado. Una suave añoranza me pellizca mientras se desarrolla la escena: sería bonito tener así de presente y aferrarse en el momento oportuno a una estrategia de vida. No a unos principios o valores fundamentales: esos uno los termina encontrando si se para a buscarlos, igual que los sujetadores de la talla 85 en las rebajas. Pacino y yo nos referimos a algo que no tiene discurso ni nombre, y que no hace falta pensar porque se lleva como una cicatriz del aprendizaje en las entrañas.

Al día siguiente de ver la película seguía pensando en cuáles podrían ser mis instintos. Daba vueltas en vano. Quizás deba reconocer que no soy una criatura salvaje. Dos días después, un descubrimiento fortuito, mientras moneaba con el móvil en un descanso del fárrago gimnástico, me llevó a identificar uno de ellos: yo, al menos, presiento cuándo una persona vale realmente la pena, a las primeras de cambio. Lo adivino, antes de preguntar su nombre una segunda vez. Lo sé en la barriga. La configuración química de esa persona me lo chiva. Ciertas auras me guiñan. No voy a decir que sea infalible. Por supuesto que hay gente por la que aposté mi confianza que terminó dejándome en bragas el corazón. Pero en esos casos sólo debió de activarse un sucedáneo de instinto. Mi verdadero talento, mi facilidad tan escasamente aprovechada , está en reconocer a aquellos con los que podría haber compartido útero.

Con Laura mi instinto no se equivocó en absoluto. No hace falta que diga que en cuanto la conocí su tranquilidad y su humor súbito me encandilaron a partes iguales. Fue testigo de paisajes que podría nombrar en mi epitafio, y compartió conmigo y con otros el mejor sabor de un verano, en un sitio que, entonces sí, de aquella manera risueña claro que sí, podía convertirse en mi hogar. Mucho después se coló por uno de esos prodigiosos resquicios que Internet perfora en el tapiz de aislamiento de cada uno, y vino a parar hasta aquí. Por usar una frase de molde: vino a acompañar, a recorrer amistosamente mi tránsito, a colaborar. Vino, como todos los que paráis o pasáis por encima de lo que escribo, a hacer de mi particular experiencia y de mi mirada una cosa más rica y más general. Vino a cargarse la soledad.

Y no sé si le provocará pudor que lo haga público, pero ahora, desde este mi púlpito esquinero, yo os invito a que continuéis o comencéis la ruta de la lectura camarada en su recién nacido blog. Ella es ya de la familia, y seguro que os emocionáis tanto como yo.

Porque ahí hay corazón.

4 comentarios:

  1. Anónimo entre comillas21 febrero, 2014 22:07

    Sólo conozco a Laura como vecina de comentarios, a veces es la vecina de arriba, otras habita el piso de abajo, pero tengo que decir que siempre me agrada lo que dice y cómo lo dice, así que es una sorpresa saber que tiene su propio "hijo", al que salgo volando a a ver la cara...

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  2. Mai Godness, Sila!, no, no vale!. No vale que me digas todo esto en un finde que estare aislada sin internel, solo en la pantallita chica del movil.
    Me tiembla el cuerpo, que lo sepas...ahora mismo no me sale nada mas. Pero eso si, mil gracias por tu cariño.
    Y yo tb corroboro cas con cada post aquello que hace cien años me dijo tu prima: "como me recuerdas a mi prima Silvia".
    Mil besos a ti y a la comunidad Silviparlante que viajamos cada dia en tus coches...hablando bajito, eso si, que seguramente estaras durmiendo.

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  3. Mai Godness, Sila!, no, no vale!. No vale que me digas todo esto en un finde que estare aislada sin internel, solo en la pantallita chica del movil.
    Me tiembla el cuerpo, que lo sepas...ahora mismo no me sale nada mas. Pero eso si, mil gracias por tu cariño.
    Y yo tb corroboro cas con cada post aquello que hace cien años me dijo tu prima: "como me recuerdas a mi prima Silvia".
    Mil besos a ti y a la comunidad Silviparlante que viajamos cada dia en tus coches...hablando bajito, eso si, que seguramente estaras durmiendo.

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